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Vientos políticos a favor

7 de octubre de 2003

Positivo es el balance de la gira del canciller alemán, Gerhard Schroder, por tres países árabes. Positivo sobre todo desde el punto de vista económico, considerando las perspectivas que se abren a la industria germana.

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Haciendo brotar agua del desierto, en los Emiratos Árabes Unidos.Imagen: AP

Impresionado quedó el jefe de gobierno alemán, Gerhard Schröder, con el despliegue de poderío financiero que pudo apreciar en la última escala de su viaje por el Cercano Oriente: los Emiratos Árabes Unidos. Construcciones de hiper-lujo, proyectos inmobiliarios que han de materializarse en dos islas artificiales y otras muestras de ostentación de riqueza sin duda causan asombro en el gobernante de un país acostumbrado a que se espere ayuda de él, pese a los problemas económicos que enfrenta.

Manantial en el desierto

En el caso de los Emiratos Árabes, es Alemania la que espera beneficiarse de algún modo de la liquidez que le brinda el negocio del petróleo. Y algo similar ocurre con Arabia Saudita, la escala previa en la gira de Schröder. Se trata, por una parte, de allanar el camino a las cooperaciones bilaterales e incluso de animar a potenciales inversionistas a hacer negocios en Alemania. Lógicamente, el canciller y los empresarios que le acompañaron también tenían la intención de abrir más puertas para las exportaciones alemanas a la región, que ascienden actualmente a cerca de 15 mil millones de euros. Es un pequeño porcentaje del total del comercio exterior germano, pero las tasas de crecimiento no resultan nada despreciables.

Alemania tiene productos que ofrecer, sobre todo en el área tecnológica, como quedó de manifiesto en la visita que efectuó el canciller al lugar donde se desarrolla un proyecto de prospección de aguas, en el desierto de Liwa. La obra, en la que participa la Sociedad alemana de Cooperación Técnica (GTZ), permitió al visitante hacer un gesto de notable carácter simbólico: pulsar un botón para hacer fluir el agua.

La simpatía ayuda

Las expectativas alemanas se vieron flanqueadas por vientos políticos favorables. El rechazo de Berlín a la guerra contra Irak hizo subir los bonos de popularidad de Schröder entre los árabes y, aunque el canciller niegue que se pretenda sacar algún dividendo de dicha decisión política, lo cierto es que el clima de simpatía de ningún modo perjudica las conversaciones.

Para los países árabes, Alemania es un interlocutor que se esmera en tender puentes de diálogo con el mundo islámico. No en vano, al comienzo de su gira, Schröder inauguró en Egipto la primera universidad germana en el exterior. Y esto es algo que se valora especialmente en tiempos de la exacerbada desconfianza que se vive tras los atentados del 11 de septiembre del 2001 contra Nueva York y Washington. Berlín, sin duda, no es un protagonista de la política internacional con peso suficiente para marcar la pauta en las relaciones con el Cercano Oriente. Pero sus buenos oficios son bienvenidos.