"Vencer el hambre es una decisión política"
26 de agosto de 2025DW: Señor Graziano, Brasil acaba de salir otra vez del mapa del hambre que publica la ONU. Es la segunda vez en los últimos 25 años, ambas veces con el presidente Luiz Inácio Lula da Silva. Usted, que diseñó e implementó el programa hambre cero, ¿nos podría compartir la receta de cómo vencer el hambre?
José Graziano da Silva, exdirector de la FAO: Creo que Brasil es un buen ejemplo para el mundo y demuestra que es fundamentalmente una decisión política. Cuando queremos acabar con el hambre, ahora tenemos los medios para hacerlo.
Antes, hasta principios de los 70, teníamos una situación de inseguridad alimentaria en el mundo debido a la falta de alimentos. No había suficiente que comer para todo el mundo. Había grandes hambrunas en China, India, África.
Pero luego vino la Revolución Verde [N.d.l.R.: el movimiento de modernización agrícola que aumentó drásticamente la producción de alimentos a nivel mundial con nuevas variedades de cultivos de alto rendimiento, fertilizantes, pesticidas y técnicas agrícolas intensivas y mecanizadas]. Ahora, hay alimentos suficientes para todos, pero es un problema de distribución. La gente no tiene dinero para comprar alimentos.
Conectar agricultores directamente con los consumidores
Cuando Lula llegó al poder en 2003, usted asumió el Ministerio extraordinario de combate al hambre. ¿Cuáles fueron las medidas que funcionaron?
Fundamentalmente, políticas macroeconómicas para la generación de mejores empleos con mejores salarios. Esto se hizo de inmediato con el aumento del salario mínimo. Introdujimos también un programa de transferencias llamado Bolsa Familia dirigido a los grupos más desfavorecidos que no se beneficiaron por igual de la generación de empleos e ingresos. Por ejemplo, madres solteras o familias en el interior del Nordeste. Recibían una tarjeta que les permitía ir al supermercado y comprar una canasta básica de alimentos.
También hubo iniciativas para crear un sistema de alimentación más saludable. ¿Cómo funcionaron?
Hoy, uno de los problemas es alimentar la gente con productos de calidad. Nosotros creamos dos programas fundamentales que luego exportamos a África con gran éxito. El programa de alimentación escolar que compra el 30 por ciento, sobre todo productos frescos, a agricultores familiares. Hay un precio prémium cuando estos productos son orgánicos. Así nos esforzamos por ofrecer alimentación de mejor calidad para los niños en la escuela. Además, creamos otro programa llamado Compras para la Agricultura Familiar para abastecer las zonas periféricas urbanas con productos frescos y de calidad.
Hoy en día, vas a un suburbio de una gran ciudad en cualquier lugar del mundo y es muy difícil encontrar frutas y verduras. Abundan quioscos que venden refrescos, pasteles, hamburguesas y productos ultraprocesados, altos en azúcar, sal y grasas trans. Así que creamos un circuito, conectando los agricultores directamente con los consumidores, creando ferias al aire libre. Allí, la gente puede comprar por un precio accesible una cantidad diversa de productos frescos.
La resistencia contra los sellos vino de las multinacionales
Sin embargo, Brasil, igual que otros países de Latinoamérica, tiene un gran problema de obesidad. Después de mucha lucha con la industria alimenticia, se empezaron a poner los sellos de alerta en la comida ultraprocesada, algo que Alemania no se ha atrevido a hacer. ¿Cómo se puede vencer la resistencia de la industria?
El primer país en implementar una ley fue Chile en 2016. Tiene el sello y tiene restricciones publicitarias. Por ejemplo, las empresas ya no pueden colocar animalitos en su embalaje para atraer a los niños. Incluso en los supermercados, estos productos ultraprocesados con el sello negro tienen que estar en el suelo del estante. O en un lugar alto donde el niño no pueda alcanzarlos. Además, no puede haber anuncios de radio ni de televisión de estos productos.
Esto fue posible gracias a un importante diálogo político interno al que se adhirió una parte de la industria alimentaria, sobre todo la industria nacional. La resistencia venía más de las multinacionales.
Pronto se descubrió que la empresa que cumplía las normas tenía un rendimiento comercial mucho mejor. Y a medida que los otros empezaron a perder participación de mercado, terminaron cediendo. También se dejaron convencer por argumentos. Recuerdo cuando estuve en la FAO, demostramos que se podía bajar el contenido de sal sin alterar fundamentalmente el sabor del producto.
El desafío de los impuestos y los pesticidas
Desde la pandemia, hay un problema de inflación en alimentos en Latinoamérica. Siendo un gran productor de alimentos, los precios para alimentos saludables son a veces más altos que en Europa. ¿Qué falla ahí?
Es un problema de los impuestos. No tenemos diferenciación fiscal que favorezca la calidad de los alimentos, como sí lo tienen la mayoría de los países europeos. Tenemos costos de producción muy bajos debido al uso a gran escala de fertilizantes y pesticidas químicos que se importan sin impuestos. Todo eso favorece a la industria agrícola y resulta en precios más baratos que los que tiene la agricultura familiar u orgánica. Esto causa la paradoja que tenemos: costos más altos para los alimentos saludables que en el resto del mundo.
¿A usted no le preocupa la gran cantidad de pesticidas que usa la agricultura brasileña?
Me preocupa mucho y preocupa a los consumidores que reciben estos productos sin ninguna garantía de que estén comiendo alimentos saludables. Brasil usa una cantidad enorme de pesticidas, muchos de los cuales están prohibidos en otros países. Necesitamos leyes más restrictivas sobre el uso de productos químicos en los alimentos.
Creo que estamos atravesando una fase crucial. La Revolución Verde ya no funciona. Así que es hora de revisar este modelo que tuvo mucho éxito y por eso, abandonarlo causa resistencia. Pero creo que es cuestión de tiempo antes de que podamos lograrlo. Porque hoy tenemos alternativas en la agricultura ecológica o regenerativa que ofrecen productos de mejor calidad, y el consumidor sabe eso.
(rml)