Un alemán en los Campos Elíseos
14 de julio de 2003La reconciliación germano-francesa ya tiene décadas de historia. Pero actualmente los lazos políticos se han estrechado en forma notable. Cabal expresión de esa armonía fue el hecho sin precedente de que abriera la tradicional parada militar del 14 de julio el cuerpo militar europeo, comandado por el general alemán Holger Kammerhoff. Por la avenida de los Campos Elíseos marcharon esta vez 150 soldados germanos, franceses, belgas, españoles y luxemburgueses, integrantes de la tropa multinacional que encarna las aspiraciones de contar con una política de defensa conjunta en el viejo continente.
Visiones compartidas
El gesto no podía simbolizar mejor la estrecha relación que se ha forjado en el último tiempo entre los gobiernos de París y Berlín, pese a ser de signos políticos contrapuestos. Tras una fase inicial en que parecieron enfriarse las relaciones bilaterales y en que la oposición alemana acusó al ejecutivo de descuidar sus vínculos con Francia, el derechista Jacques Chirac y el socialdemócrata Gerhard Schröder se han convertido en los mejores aliados. Es la consecuencia lógica de haber compartido la postura de rechazo a la guerra contra Irak, convirtiéndose en el blanco conjunto del enojo de la Casa Blanca.
Meses después de darse por finalizada la guerra de Irak, queda de manifiesto que no fue sólo una táctica efímera la que los mantuvo unidos, sino la aspiración compartida de un orden internacional multipolar. Las coincidencias van más allá de los roces con la administración Bush, derivados del problema iraquí. Francia y Alemania coinciden igualmente en su visión de la integración europea y desean volver a asumir su antiguo papel de motor del proceso de unión política, con una nueva dimensión en vista del próximo ingreso de otros 10 países a la Unión.
El pacto de estabilidad en la mira
Que los países "grandes" hagan causa común puede inquietar a algunos más pequeños, temerosos de que sus intereses se pasen a llevar. No obstante, para todos está claro que la yunta de París y Berlín es clave para la Unión Europea. La medalla, sin embargo, tiene dos caras. Si en el plano político Alemania y Francia constituyen un pilar de los esfuerzos integradores, en el aspecto económico han resultado ser todo menos un modelo de virtudes.
Franceses y alemanes luchan con sendos déficits presupuestarios, que los llevarán con suma probabilidad a sobrepasar los límites de endeudamiento previstos en el pacto de estabilidad monetaria, por segundo año consecutivo. Razón de más para preocuparse, sobre todo teniendo en cuenta que el presidente Chirac ha comenzado a jugar públicamente con la idea de flexibilizar las normas destinadas a resguardar al euro. En una entrevista concedida a la televisión gala con motivo de la fiesta nacional francesa, el jefe Estado negó tener la intención de modificar el pacto, pero habló de analizar en conjunto las condiciones para aflojar transitoriamente las reglas, de manera de no sofocar el crecimiento económico. El canciller alemán no ha sido aún tan explícito pero, en vista de la situación coyuntural, no sería de extrañar que también en este punto Schröder se erija como el principal aliado de Chirac.