Sindicalismo alemán en crisis
21 de julio de 2003El presidente del sindicato alemán del metal, IG Metall, Klaus Zwickel, presentó su dimisión entre duras críticas a su designado sucesor, el vicepresidente de la organización, Jürgen Peters, por la crisis que atraviesa la más poderosa organización sindical de Alemania. La designación para la jefatura de Peters, representante del ala tradicionalista, no había contado con el apoyo de Zwickel, quien considera que el relevo debe hacerse a favor de un renovador.
IG Metall atraviesa un momento difícil tras el fracaso de la huelga lanzada en el este alemán para reivindicar la equiparación de la semana laboral de los metalúrgicos del antiguo territorio germano-oriental con sus compañeros del resto del país.
Una huelga sin éxito
"Con mi decisión hago constar, explícitamente, que no asumo la responsabilidad de la derrota de la lucha salarial del metal en el este del país", se defendió Zwickel. El líder sindical abandona su cargo tras diez años al frente de IG Metall. La huelga convocada por Peters, quien ahora hereda el cargo de Zwickel, se topó con críticas según las cuales se ponían en jaque precisamente las inversiones realizadas tras la reunificación en el antiguo territorio germano-oriental.
Las críticas de Zwickel, un histórico del mundo sindical alemán, fueron en aumento tras el fracaso de las movilizaciones de los trabajadores en el este de Alemania, una región que sigue sin poder superar los problemas que implicaron los ajustes económicos a raíz de la reunificación alemana de hace más de una década.
Cuatro semanas de huelga sin que al final haya resultado alguno. Los sindicatos alemanes no están acostumbrados a esto, menos aún el más poderoso de todos, el IG Metall que, con 2,6 millones de afiliados, es el mayor sectorial industrial del mundo.
La huelga para introducir la semana laboral de 35 horas en el este del país, donde todavía rigen las 38 horas semanales, había sido rechazada por la patronal, que sólo estaba dispuesta a reducir el horario de los 310.000 metalúrgicos germano orientales a 37 horas, en el año 2005.
¿Modelo en crisis?
La reivindicación tampoco contaba con pleno respaldo entre los propios trabajadores del este, poniendo aún más de manifiesto la profundidad de la crisis, tanto de mando como de poder. Asimismo, la crisis de IG Metall se enmarca en el mal momento que atraviesan los sindicatos alemanes, aquejados por una permanente sangría de afiliados.
Según los expertos, es una crisis de poder porque puede significar el principio del fin del convenio sectorial, una de las principales conquistas laborales de Alemania, que ha posibilitado que los sindicatos tengan la fuerza que tienen. A diferencia de otros países, en Alemania los convenios colectivos se negocian por sectores y no por empresas.
Durante el periodo de la huelga se cerraron en nueve empresas germano-orientales acuerdos extra-sectoriales entre la dirección y la representación laboral, cada uno con su propia fórmula para reducir la semana laboral. Así, en el futuro el sistema tradicional de negociación laboral alemán podría estar condenado a morir, al menos en el este de Alemania.
En general, las campañas llevadas a cabo contra los recortes sociales previstos en el plan de reformas del Gobierno apenas han encontrado eco en la sociedad alemana. Además, han llevado a una línea de confrontación con su antiguo "aliado natural", el Partido Socialdemócrata (SPD) del canciller Gerhard Schröder.