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Sharon se va quedando solo

1 de noviembre de 2002

Los ministros laboristas abandonan el gobierno israelí, desencadenando una severa crisis que a todas luces repercutirá negativamente en los esfuerzos internacionales por llevar la paz al Medio Oriente.

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Sharon aún tenía ganas de brindar con los jefes del Mossad, horas antes de la ruptura de la coalición.Imagen: AP

No ha sido en primera línea la "mano dura" que Ariel Sharon blande sobre los palestinos lo que precipitó el derrumbe de la coalición gubernamental israelí. El ministro de Relaciones Exteriores, Shimon Peres, y sus correligionarios laboristas, no abandonan el gabinete en protesta por el cerco con que se ha pretendido incrementar la seguridad de Israel, ni por las deportaciones de familiares de autores de atentados suicidas, que tanta polémica ocasionaron hace un par de meses en el extranjero.

Los asentamientos judíos

Lo que ha inducido a Peres, y al ministro de Defensa, Benjamín Ben Elieser, a presentar su renuncia, es una pugna en torno al presupuesto fiscal. Parece a primera vista un asunto más bien prosaico, ante el telón de fondo de la desgarradora crisis del Medio Oriente. Pero también este enfrentamiento por asuntos financieros está directamente ligado al problema medular de Israel: la política con respecto a los territorios palestinos.

En concreto, la crisis estalló ante la negativa de Sharon a reducir en 150 millones de euros las cuantiosas subvenciones para los asentamientos judíos en los territorios ocupados. Una demanda políticamente razonable y económicamente lógica, en vista de la recesión y las secuelas del conflicto palestino-israelí, que obligan a efectuar drásticos recortes al presupuesto del 2003, de aproximadamente 58 mil millones de euros. No obstante, los analistas de la prensa alemana hacen notar que tras estos argumentos dignos de encomio, se ocultan en verdad consideraciones tácticas de Ben Elieser, que quiere recuperar popularidad para permanecer en la jefatura del partido laborista.

Minoría parlamentaria

Sea como fuere, la retirada en masa de los ministros laboristas deja al primer ministro en una posición extremadamente debilitada, y sin mayoría en el parlamento. Eso no quiere decir que haya quedado automáticamente sentenciada su caída, en primer lugar porque la dimisión se hará efectiva en un plazo de 48 horas, lo cual aún deja margen a negociaciones y, en segundo término, porque hay pequeños partidos de derecha dispuestos a apoyarlo.

Sharon, haciendo gala de la testarudez que le caracteriza, logró aprobar "su" presupuesto, en contra de los votos de los laboristas. Reafirmó de paso su decisión de continuar gobernando, pese a que los observadores de inmediato comenzaron a especular con la celebración de elecciones anticipadas.

Consecuencias inquietantes

Pero ésta no parece ser sólo una crisis más. Muchas veces se le preguntó a Shimon Peres, de reconocido mérito en los esfuerzos por lograr la paz en el Medio Oriente, qué hacía integrando un gabinete al mando de Sharon. Su respuesta invariable fue que se mantenía allí para ejercer una influencia moderadora. Sin su presencia y la de los restantes laboristas en el gobierno, cabe esperar un endurecimiento aún mayor de la política israelí. Y, lo que es igualmente grave, es de temer un total estancamiento en el proceso de paz, de por sí empantanado desde hace mucho tiempo.

El plan de paz de los europeos o la intención de llevar a cabo una conferencia internacional, con todos los involucrados, parecen verse relegados una vez más al cajón de las esperanzas vanas. Porque el gobierno israelí tendrá que hacer más concesiones que nunca a los grupos nacionalistas y no dispondrá de mayor margen de negociación. Una negociación que, de todos modos, Sharon no se ha caracterizado por buscar y por la que ni Europa ni Estados Unidos han presionado con suficiente firmeza, distraídos como están con el asunto iraquí.