Reciclando recuerdos
18 de septiembre de 2006“Cuando recibimos un paquete como éste con películas viejas, a menudo tenemos que sacar primero las telarañas", dice Chris Brockhaus, con una caja de cartón en manos. El contenido del paquete: 20 rollos de película, en súper 8, un tipo de cinta muy popular en los años 60 y 70.
La técnica súper 8 fascinó a toda una generación, que fijó en celuloide todo lo que se le atravesaba adelante del objetivo: bodas, cumpleaños, el primer auto, el bebé, viajes de turismo, etc. etc.
En el ínterin han pasado más de 30 años. Los filmes están a menudo muy cerca de su fin, más si estuvieron expuestos a la humedad. Ello sería una lástima, ya que el valor personal de esas películas es a menudo muy grande.
Nuevo filme de cintas viejas
Pero la idea surgió, como tanta veces, de una casualidad. Con ocasión de un cumpleaños, Stefanie, la hija de Chris Brockhaus, hizo, a partir de cintas viejas un nuevo filme familiar. Amigos y familiares quedaron tan encantados, que pronto comenzaron a llover pedidos. De allí a la idea de transformarlo en un negocio, el paso no fue muy grande.
Stefanie, 27, es de profesión directora de películas documentales. Su socia es Chris, su madre, que trabajó muchos años en la sección de marketing de una editorial. Ambas fundaron hace dos años una pequeña empresa con el nombre adecuado: Familyfilms.
“A menudo recibimos cajas con dos, cinco y hasta diez horas de película. Nadie vuelve a mirar todo ese material, tampoco aunque lo pasemos a DVD. Por eso, nosotros ofrecemos hacer un nuevo filme, con las mejores escenas, que dura media hora o una hora. Ése es nuestro valor agregado”, dice Stefanie.
“Las mejores escenas son aquellas en las que se ven seres humanos y no sólo paisajes. Eso es lo que tiene un valor permanente, lo que padres regalan a su hijos o los hijos a los padres, y sobre lo que todos se alegran”, agrega.
DVD editado y musicalizado
Pero lo que suena fácil, es muy trabajoso. Las películas súper 8 y sus sucesoras, los casetes VHS, Betamax o Vídeo 2000 son primero digitalizados uno a uno, luego editados profesionalmente y finalmente musicalizados. El cliente recibe un DVD, que puede ver en la computadora o en la televisión.
Stefanie Brockhaus trabaja a veces hasta dos semanas en la edición del material original. Su madre es responsable de la contabilidad, el marketing y el envío. Cada DVD es una pequeña obra de arte, con títulos iniciales y finales.
¿Y cuánto cuestan lo recuerdos? “Siempre hacemos un presupuesto”, dice Stefanie Brockhaus, “que depende del material a disposición, de su calidad y del largo del producto final. Una DVD de una hora cuesta aproximadamente unos 1.500 euros”.
La empresa se halla aún en la fase de desarrollo. Las ganancias son reinvertidas en equipos técnicos, computadoras, proyectores, cámaras y DVD. Pero que la idea es buena, no cabe duda: los encargos se multiplican día a día.