¿Quién le cree a Teherán?
7 de mayo de 2006Brasil ha ingresado al selecto club de unos 10 países que dominan la tecnología necesaria para producir energía nuclear en forma autónoma. Con la inauguración de una planta de enriquecimiento de uranio, podrá producir su propio combustible para abastecer sus dos plantas nucleares y ahorrar millonarias sumas pagadas hasta ahora a consorcios europeos por esos servicios. Este paso, similar a aquel en que está empeñado Irán, no levanta ninguna polvareda a nivel internacional. La razón es evidente: nadie duda de las intenciones brasileñas ni pone en entredicho las aseveraciones del ministro de Ciencia y Tecnología, Sergio Rezende, quien reafirmó el compromiso de su país de usar la tecnología nuclear sólo con fines pacíficos.
Un mundo de diferencias
Obviamente, entre la política del presidente brasileño, Luis Ignacio ''Lula'' da Silva y la de su par iraní, Mahmud Ahmadineyad, hay un mundo de distancia. Ni el más paranoico tiene motivos para temer que Brasil aspire a construir armas nucleares. Por lo demás, el país ha avanzado por esta senda de la mano del Organismo Internacional de Energía Atómica, cuyos inspectores han podido supervisar el proceso, si bien no en su totalidad, debido a los temores brasileños al espionaje industrial. Pero ese es un detalle que no inquieta a la OIEA ni a ningún embajador de la ONU.
Ociosa resultaría pues la comparación de los casos de Brasil e Irán, si no fuera porque ella deja en evidencia el meollo de la actual pugna con Teherán: los iraníes dicen pretender exactamente lo mismo que los brasileños, pero nadie les da crédito, al menos en Occidente. Y el discurso ultranacionalista y antisemita del presidente Ahmadineyad no hace más que empeorar las cosas.
Opinan iraníes exiliados
Pero, ¿qué opinan los iraníes en el exilio, que en su gran mayoría no sienten más simpatías que un George Bush por el régimen de Teherán? DW-WORLD conversó con algunos de ellos y, si bien no se trata de una encuesta representativa de los cerca de 100 exiliados iraníes que viven en Alemania, sus respuestas ilustran una tendencia. El Dr. Shams Anwari- Alhosseyni, docente de la Universidad de Colonia, subrayó "el derecho natural de Irán a desarrollar la tecnología nuclear como cualquier otra nación". Si bien el académico no es partidario en general del uso de dicha tecnología, por considerarla inadecuada a los tiempos, rechaza categóricamente las prerrogativas occidentales de mantener su monopolio.
Anwari- Alhosseyni indica que "el régimen de los mullahs es sin duda impredecible, de manera que se comprende que a la opinión pública mundial le preocupe que tenga bombas atómicas". No obstante, critica que Occidente no se esfuerce lo suficiente por hallar soluciones diplomáticas. "Estados Unidos debe negociar directamente con los iraníes y ofrecerles garantías de seguridad y ayuda para llevar a cabo modernizaciones. La sola amenaza no basta".
Mejor el exilio que la guerra
Parisa Najafi, una joven iraní que estudia en la Universidad de Colonia, considera que "los temores de la opinión pública internacional con respecto a las intenciones del régimen de los mullahs son justificados, sobre todo porque se han dejado de cumplir reiteradamente los compromisos con la OIEA". No obstante, apunta que "la mayoría de los iraníes no entiende por qué Occidente les niega de plano el derecho a utilizar esta moderna tecnología".
Jouma Bouresh, un ingeniero que vive desde hace 25 años en Alemania y trabaja actualmente como taxista, considera que se está haciendo una tormenta en un vaso de agua. A su juicio, la actual pugna no obedece en primer lugar a que Irán represente una amenaza para la seguridad internacional o al deseo de establecer una democracia en Teherán, sino a los "intereses estratégicos de Estados Unidos en el Golfo Pérsico". Sea como fuere, todos los consultados coinciden en que, para evitar una escalada, es necesario descartar por lo pronto la opción militar. Afirman que un ataque sólo afirmaría al régimen iraní. Y, por lo demás, Bouresh asegura que preferiría seguir viviendo 50 años en el exilio, antes que respaldar una guerra contra su patria.