¿Qué tenía Kennedy que no tenga Schröder?
29 de octubre de 2002"No preguntes lo que tu país puede hacer por ti, sino qué es lo que tu puedes hacer por tu país". Lo dijo en su día John F. Kennedy. Y el canciller Gerhard Schröder lo parafraseó hoy, afirmando que "no se trata de plantear continuamente qué es lo que no se puede hacer. Más bien hay que preguntarse qué es lo que cada uno de nosotros puede aportar para que sí se pueda hacer". Ese fue el tenor de la primera declaración del jefe del gobierno alemán tras su reelección.
Pero Schröder, por mucha habilidad que se le reconozca en asuntos de imagen, no puede compararse con el autor de la cita original. Por lo demás, hace falta algo más que carisma para entusiasmar a los alemanes en estos momentos en que los indicadores económicos van en picada y, lo que es quizá aún peor, se apodera de Alemania un pesimismo rayano en la depresión.
Poco convincente
El programa de gobierno de la coalición de socialdemócratas y verdes no ha convencido a la ciudadanía, y menos a los principales actores de la economía. El empresariado y hasta los institutos de investigaciones económicas coinciden en que el futuro inmediato será todo menos color de rosa. Mientras, el gobierno intenta embarcar al país en un proceso de reformas que sin duda será doloroso, sin ofrecer a cambio perspectivas concretas de mejoría.
El sistema de pensiones, el de salud, el de educación; todos ellos necesitan cambios estructurales para salir del callejón que amenaza con llevarlos al colapso. El consenso existente al respecto acaba, sin embargo, cuando se trata de recortar tales o cuales prestaciones o subvenciones.
¡A mí que no me toquen!
Incluso la idea de acabar con las exenciones tributarias a los donativos que efectúan las empresas a organizaciones de beneficio público ha provocado un revuelo considerable. Igual sucede con la de reducir los subsidios estatales a la construcción de una vivienda propia. Nadie está dispuesto a renunciar a sus privilegios. Ésta es la situación que enfrenta Schröder con su nuevo equipo de gobierno, superministros incluidos.
En materia de política exterior, el canciller ha podido al menos mantener su discurso, sin desdecirse: sigue en pie el No a una eventual guerra contra Irak, y también vuelve a desempolvarse el viejo llamado a buscar una solución pacífica al conflicto de Chechenia. Pero los problemas internos son los que ahora, a poco más de un mes de las elecciones generales, acaparan la atención de los alemanes.
Demasiada "flexibilidad"
Y en este plano el gobierno no ha logrado dar la imagen de solidez necesaria para restablecer la confianza del sector económico. Consolidación presupuestaria sí, pero a la vez interpretación "flexible" del pacto de estabilidad monetaria de la Unión Europea. Nuevos impuestos no, pero sí eliminación de algunas exenciones. Son algunas muestras de lo que confiere una apariencia un poco errática al planteamiento gubernamental.
La nueva líder de la oposición en el parlamento, Angela Merckel, no tuvo dificultades en sacar partido de las debilidades oficialistas y exhibir sus dotes retóricas, nada despreciables. Pero, en su fuero más interno, quizá dé gracias porque su partido perdió las elecciones y no tiene que vérselas ahora con los quebraderos de cabeza de Schröder. Éste, por su parte, tendrá que recurrir a algo más que a citas de Kennedy para salir del atolladero.