"Estado de la Unión" es el nombre del discurso anual que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, dará esta semana ante el Parlamento Europeo para presentar su visión de la situación actual de la Unión Europea (UE). La política alemana pronunciará su quinto discurso, el primero de la actual legislatura, el 10 de septiembre de 2025. En él se centrará en temas derivados de sus orientaciones políticas para el período 2024-2029 y del programa de trabajo de la Comisión para 2025.
Sin embargo, las condiciones actuales son más críticas que en el pasado, especialmente debido al asimétrico acuerdo sobre aranceles alcanzado con Donald Trump en su campo de golf de Escocia. Muchos han considerado este acto como una humillación para la propia UE, una sumisión a Trump precisamente en lo que se consideraba el punto fuerte del bloque: su peso económico y comercial. Esta situación contrasta con el discurso que Von der Leyen pronunció el 11 de marzo de 2025, en el que afirmaba: "Este es el momento de Europa. Y Europa estará a la altura".
El fin del "efecto Bruselas"
Que Europa sepa que ha llegado su momento para reavivar su poderío económico y mostrarse unida para influir en las reglas de la economía mundial, sin permitir que otros poderes cambien este orden, parece ser el objetivo. Esto no solo se aplica a la esfera militar, donde la dependencia de EE. UU. es muy evidente en la guerra de Ucrania, sino también en la capacidad de mantener el ritmo de la economía europea ante los efectos de la política arancelaria de Trump. Y ya se avecinan nuevos conflictos con las multas que la UE quiere imponer al gigante tecnológico Google, en cuya defensa el mandatario estadounidense se posicionó de inmediato.
El papel de Bruselas en la definición del futuro orden mundial se ha ido reduciendo a causa de las nuevas realidades de la coalición chino-rusa y del papel de EE. UU. como jugador solitario que cree no necesitar de sus aliados. El debilitamiento de Occidente ha ido en paralelo con la pérdida de peso de la propia UE, que no ha podido contrarrestar esta situación siendo fiel a sus valores.
La expansión de los autoritarismos en el mundo, la incapacidad de las democracias para frenar esta tendencia y la pérdida del Estado de derecho como garantía universal de los derechos humanos y civiles son las condiciones que explican la limitada presencia mundial de la UE. La movilización de recursos económicos y morales por parte de la UE hasta la fecha no ha surtido efecto.
La insistencia en mayores gastos de defensa no convence, ya que la gran mayoría de los miembros de la UE están realizando esfuerzos en el marco de la OTAN, dejando sentir a la presidenta de la Comisión que su papel queda al margen de la toma de decisiones en el nuevo ambiente geopolítico.
Aunque las ambiciones de Von der Leyen son muy altas, se enfrenta al mismo tiempo a una enorme fragmentación en el Parlamento Europeo, que le deja un corredor muy limitado para poder introducir posiciones propias. Salir de la debilidad de la UE y encontrar nuevas bases para la competitividad económica y política en una situación de transición del orden mundial es el gran reto al que se enfrentará la presidenta de la Comisión, para lo cual necesitará muchas más propuestas propias y menos de lo patético, que también forma parte de su repertorio discursivo.
Ya no es suficiente confiar en el llamado "efecto Bruselas", en el sentido de que el patrón regulatorio del mercado interno europeo de 450 millones de consumidores tenga consecuencias sobre todas aquellas empresas internacionales que desean vender sus productos y servicios en este espacio. Se necesitan nuevas ideas para generar este "momento de Europa" mediante iniciativas propias que permitan relanzar la acción conjunta de los 27 Estados de manera visible y atractiva para otros países del mundo, también en el caso de Gaza y el nuevo orden internacional.
¿Puede América Latina servir de aliado?
Con el voto favorable de los integrantes de la Comisión Europea, ha comenzado el proceso de ratificación del Tratado de Asociación entre la Unión Europea y el Mercosur, largamente negociado. Ahora le corresponde al Consejo y al Parlamento Europeo debatir y preparar su voto sobre el texto final, que, según el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, es "muy diferente" del anunciado en 2019, que estaba marcado por el legado neoliberal de la etapa Macri-Bolsonaro.
Esta nueva versión "más equilibrada" también pretende superar la resistencia de los agricultores europeos, particularmente en Francia, Italia y Polonia, para lo cual las formulaciones del Acuerdo deberán complementarse con pagos compensatorios del presupuesto europeo. Sin embargo, el interés de la Comisión también responde a las aspiraciones geopolíticas de la Unión Europea para proyectarse al mundo como un actor internacional de peso, por lo que la presidenta de la Comisión reza a diario para que este acuerdo de asociación entre en vigor y se convierta en el mayor acuerdo interregional de la historia, con un valor comercial de 110.000 millones de euros y que abarcará a más de 780 millones de personas que viven en 31 países.
De esta manera, la UE logrará acceder a 270 millones de consumidores en Sudamérica, así como a los recursos estratégicos de la región, tanto minerales como agrícolas. Aunque el desempeño del acuerdo a medio plazo puede verse afectado por la dinámica interna del Mercosur (especialmente por los intereses centrifugales del actual Gobierno argentino de Javier Milei), se espera integrar las industrias del Mercosur en las cadenas de valor de la UE.
No obstante, estos efectos están aún muy lejanos; por el momento, la presidenta de la Comisión desea manifestar su capacidad para llevar a buen puerto una negociación de casi 25 años y demostrar que se está viviendo un "momento de Europa", de los que se necesitarán muchos más para cambiar la imagen de debilidad prevaleciente.
(dzc)