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Multilateralismo “a la carta”

ers.26 de mayo de 2002

En su calidad de única superpotencia, Estados Unidos busca el apoyo de sus aliados, pero no está supeditado a ellos para tomar decisiones. A la hora de actuar, Washington antepone sus intereses nacionales.

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Estados Unidos marca la pauta

Los fundamentos de las relaciones entre Europa y Estados Unidos son profundos. Una cultura y valores comunes, una estructura política basada en los principios de la democracia y el estado de derecho, y estrechos lazos económicos constituyen un puente sólido a través del Atlántico. Sin embargo, la interdependencia no es del todo equilibrada. Europa es uno de los grandes actores mundiales en lo económico; en el plano político internacional y militar, en cambio, la supremacía estadounidense resulta inobjetable.

Ante este trasfondo, se plantea en Europa el temor a las escapadas políticas de la Casa Blanca. El secretario de Estado norteamericano, Collin Powel, intenta disiparlo y asegura que dedica mucho tiempo a las consultas con sus aliados europeos. "Creemos en el multilateralismo", afirma, pero tampoco oculta dónde están sus límites: "si la comunidad internacional no coincide con nosotros, no trepidaremos en hacer lo que convenga a nuestros intereses". Es lo que un asesor político de Washington definió como "multilateralismo a la carta".

Temores incomprendidos

En la práctica, esto se ha traducido en una serie de decisiones que desagradan a los aliados del viejo mundo. En primer lugar han desatado críticas las ideas que se barajan en Washington sobre el uso de las armas nucleares no sólo como medio de disuasión, sino también para operaciones militares restringidas. Polémica provoca igualmente el plan del Presidente Bush de crear un escudo de defensa antimisiles, y el paso previo, que ha sido abandonar el tratado ABM, sobre misiles antibalísticos.

Los reparos europeos no despiertan mucha comprensión en Washington, a juzgar por los comentarios de Collin Powell: "El tratado ABM está quedando sin efecto. La situación geoestratégica no ha sufrido un colapso y no se ha desatado una carrera armamentista. Todavía no entiendo por qué alguien, y en especial algunos colegas europeos, podrían estimar que se avecina una tragedia tremenda debido a que abandonamos el tratado ABM".

Al margen de acuerdos mundiales

Resulta evidente que Europa no tiene medios para inducir a la Casa Blanca a cambiar de parecer. Estados Unidos actúa por cuenta propia cuando lo estima conveniente. Por ejemplo, en el caso del Tribunal Penal Internacional, del que Washington se ha marginado por temor a ver un día a alguno de sus propios hombres en el banquillo de los acusados.

Tampoco se ha adherido al protocolo de Kyoto sobre protección del clima, por miedo a perjudicar los intereses económicos de su industria nacional. Y para qué hablar de las medidas comerciales proteccionistas, que más de una vez han enfrentado a Estados Unidos con sus aliados europeos, como ocurre ahora en la pugna por los aranceles impuestos a la importación de acero.

Washington toma decisiones guiándose, antes que nada, por sus propios intereses nacionales. Si estos coinciden con los de Europa -como ocurre con frecuencia-, tanto mejor.