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Los mosqueteros de la defensa europea

30 de abril de 2003

Los gobernantes de Francia, Alemania, Bélgica y Luxemburgo acordaron una serie de propuestas para gestar una política conjunta de defensa, en una cumbre que cosechó críticas en los sectores más fieles a Washington.

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El premier belga, Guy Verhofstadt, recibe al canciller alemán.Imagen: AP

Las aspiraciones europeas de contar con una política exterior y de seguridad conjunta y autónoma no son nada nuevo; tampoco las inmensas dificultades con que tropieza continuamente tal propósito. Aun así, la cumbre que sostuvieron en Bruselas los gobernantes de Bélgica, Francia, Alemania y Luxemburgo, para trazar planes en el ámbito de la defensa, causó un revuelo de proporciones. Sus detractores hablaron de una "cumbre de los perdedores" de la guerra contra Bagdad e incluso de una "cumbre de la división".

El pilar europeo de la OTAN

Los países implicados, que no en vano fueron precisamente los más enconados opositores europeos a la intervención estadounidense en Irak, se vieron por lo tanto en la necesidad de proclamar a los cuatro vientos que sus planes no van dirigidos en contra de las estructuras vigentes, y menos contra la Organización del Tratado del Atlántico Norte, en la que Washington lleva la voz cantante. "No es que haya demasiada presencia estadounidense en la OTAN, sino demasiado poca presencia europea", aseveró el canciller alemán, Gerhard Schröder, al término del encuentro. Y subrayó que la intención es precisamente fortalecer el pilar europeo de la alianza atlántica. Lo mismo hizo, por su parte, el presidente francés, Jacques Chirac.

Ciertamente, ni en Berlín ni en París se percibe en estos momentos la intención de acrecentar la brecha transatlántica abierta por la crisis iraquí. Sin embargo, no pasa inadvertido el hecho de que fue justamente este episodio el que sirvió de catalizador para relanzar la discusión sobre la política de seguridad de la Unión Europea, hasta ahora prácticamente inexistente como tal. Nadie es tan iluso como para pretender erigir en estos momentos una fuerza en contraposición a Washington, pero el desmedro absoluto en que se encuentra Europa frente a su gran aliado norteamericano en esta materia hace difícil una relación paritaria. Baste recordar que los 15 países de la UE destinan, en conjunto, cerca de 160 mil millones de euros a la defensa mientras, en el caso de Estados Unidos, la cifra se eleva a unos 354 mil millones de euros.

Trazando el rumbo

Lograr la integración en el campo de la seguridad debería ser una meta atractiva para los socios comunitarios. Pero el momento es poco propicio para consensos de esta naturaleza. El primer ministro británico, Tony Blair, aboga declaradamente por una estructura internacional unipolar, y la lealtad a Washington parece tener prioridad por sobre el sueño europeo para varios más, comenzando por el presidente del gobierno español, José María Aznar. No obstante, Bélgica, Francia, Alemania y Luxemburgo están dispuestos a marcar el rumbo, con la esperanza de que los demás se vayan sumando.

Por lo pronto, proponen desarrollar una defensa conjunta contra ataques con armas atómicas, químicas o biológicas y crear una tropa que pueda intervenir en situaciones de crisis, al igual que contingentes militares que puedan actuar en el plazo de 24 horas en casos de catástrofes. Entre los puntos concretos mencionados está la creación de un comando aéreo europeo hasta junio del año 2004. Pero también entre los promotores de la idea hay divergencias, por ejemplo en lo tocante a la idea de incrementar el gasto militar.

En suma, el proceso de discusión está apenas en ciernes y sólo podrá prosperar realmente si la Unión Europea vuelve a remitirse a sus metas originales de integración política, y si los esfuerzos de emancipación dejan de interpretarse como una herejía contra Washington.