La penúltima escala antes de Bagdad
8 de febrero de 2003Munich es una ciudad peligrosa. Por lo menos, eso es lo que creen las autoridades estadounidenses que advirtieron a sus ciudadanos evitar la ciudad este fin de semana. Pero al parecer el Secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, desacatará la orden de su propio Gobierno, pues su presencia en la Conferencia de Seguridad Política ha sido anunciada estruendosamente, no tanto por sus atributos diplomáticos sino por sus desaires ante la posición pacifista alemana.
Políticos versus juristas
La reunión de Munich tiene lugar en medio de una de las controversias políticas más candentes de los últimos años: ¿Puede una nación invadir o agredir a otra, sin que la primera haya sido atacada? La pelea entre abogados y políticos, así como entre conservadores halcones y liberales pacifistas está programada.
Acudirán a Munich más de 250 políticos de 40 países, entre ellos 30 ministros. Aparte de la crisis del Golfo Pérsico, los participantes discutirán sobre la lucha contra el terrorismo, el futuro de la OTAN y el papel de la Unión Europea en la política exterior y de seguridad.
El Papa, Rumsfeld y la juventud
Rumsfeld se entrevistará en Munich con su homólogo alemán, Peter Struck. El ministro alemán de Relaciones Exteriores, Joschka Fischer - quien se entrevistó con el Papa, que recalcó su expresa desaprobación de una guerra contra Irak - estará también presente en la ciudad alemana con vista a los Alpes.
Esta vez el Pontifex Maximus cuenta con el apoyo de la mayoría de los alemanes. Precisamente con motivo de la Conferencia muniquesa de Política Exterior habrá diversas manifestaciones contra la guerra. Los organizadores son las iglesias católica y luterana, asociaciones juveniles y de paz, los sindicatos y asociaciones estudiantiles. Christian Ude, alcalde socialdemócrata de Munich presidirá la protesta contra las intenciones bélicas de Estados Unidos y quienes lo secundan.
Trompetas de guerra
Intenciones que parecen cristalizarse cada día más. Tras un encuentro relámpago en Roma entre Donald Rumsfeld y el jefe de Estado italiano, Silvio Berlusconi, el primero declaró lacónicamente que "la diplomacia había fracasado definitivamente" al tiempo que más tropas especializadas estadounidenses llegaban a la zona del Golfo Pérsico y el presidente estadounidense, George W. Bush, dictaminaba en Washington que "el juego ha terminado".