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La droga no paga

26 de febrero de 2003

El problema de la droga tiene muchas vertientes. Un estudio que acaban de presentar expertos de la ONU pone énfasis en uno en particular: su incidencia negativa en el desarrollo económico de los países productores.

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Una inyección letal para el desarrollo.Imagen: Bilderbox

Las drogas sintéticas, como el Éxtasis y las anfetaminas, que tienen su principal centro de producción y consumo en el mundo industrializado, amenazan con convertirse en uno de los mayores problemas para los encargados del control de estupefacientes en los próximos años. Pero, en la actualidad, la heroína y la cocaína siguen siendo las que tienen repercusiones más graves en el mundo. Así lo afirma el informe anual presentado en Viena por la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) que se propone, en primer lugar, acabar con una falacia: que la droga representa un factor económico clave para los países en que se cultivan las materias para producirla. El organismo, dependiente de la ONU, sostiene en su estudio referido al año 2002 que los beneficios del negocio de los narcóticos se quedan principalmente a Europa y América del Norte.

Sólo migajas

Las cifras recabadas en Estados Unidos y Europa occidental, considerados los principales mercados de drogas ilícitas, proporcionan un panorama claro al respecto. Allí los adictos gastaron el año pasado unos 48 mil millones de dólares en cocaína y 32 mil millones en heroína, según estimaciones que el JIFE considera moderadas. Sólo el 1% de tal cifra se percibe como ingreso agrícola en los países en desarrollo, indica el estudio. El 99% restante simplemente a los bolsillos de los narcotraficantes.

Los números hablan por sí solos: El ingreso derivado de la producción ilícita de coca y adormidera (amapola) equivale a sólo un 2% de la ayuda al desarrollo otorgada a nivel internacional. La conclusión de los entendidos es obvia: en principio bastaría con dedicar directamente ese 2% a compensar a los agricultores y fomentar cultivos alternativos. Claro que esa es sólo la teoría. Pero los hechos expuestos en el informe dejan al menos una cosa en claro: lejos de promover el desarrollo, el negocio de la droga constituye un obstáculo para las economías de los países productores.

Efectos desestabilizadores

Tal diagnóstico se puede fundamentar desde diversos puntos de vista. En el plano social, al margen de los ya conocidos problemas de salud derivados del consumo de drogas, el fenómeno suele ir aparejado con un incremento de la delincuencia y la violencia. Un caso tristemente elocuente es el de Colombia. Antes de que las mafias de ese país se involucraran en el tráfico de cocaína, la tasa de homicidios registrada entre 1973 y 1975 era de 17 por cada 100 mil habitantes. El número llegó a subir a 80/100 mil en 1992, y en 1997 se mantenía en 58/100 mil.

En el plano netamente económico, "en general hay una relación inversamente proporcional entre la producción ilícita de drogas y el crecimiento", sostiene el informe, concluyendo que la producción de estupefacientes y sus actividades conexas "comprometen el desarrollo económico a largo plazo debido a sus efectos de desestabilización del Estado, de la economía y de la sociedad civil".