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Japón: una atroz agonía

Shingo Yoshida25 de enero de 2005

“La bandera de la libertad ondea en Europa y Occidente ha sido liberado, pero el este todavía sufre la opresión del ejército japonés.”

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Hiroshima destruida, foto del 1 de agosto de 1946.Imagen: AP


Tal la declaración del 8 de mayo de 1945 del presidente estadounidense Harry S. Truman después de la derrota alemana. Ese mismo día exigió a Japón la capitulación.

El 9 de mayo, el gobierno japonés declaró que no abandonaba la guerra. Al mismo tiempo reconocía que se sentía abandonado frente a los Aliados, luego del derrumbe de Alemania y de que Italia anulara su asociación en enero del mismo año.

Asimismo, en el otoño de 1943 el propio Stalin ya había señalado ante Roosevelt y Churchill su disposición a participar en la Guerra del Pacífico, una vez que Alemania estuviera derrotada. El 3 de mayo de 1945, la Unión Soviética canceló su acuerdo de neutralidad con Japón.

Soledad japonesa

El paso dado por los soviéticos supuso un trauma para Japón. Las autoridades en Tokio habían apostado a mantener el entendimiento con Moscú. La especulación y los intentos de revertir esta situación se vieron frustrados con la declaración de guerra soviética hecha una semana antes de la derrota de Japón en el mes de agosto.

La falta de alternativas para Japón ya era evidente en todos los frentes del Pacífico. Los aviones de largo alcance estadounidenses podían bombardear ciudades japonesas sin encontrar apenas resistencia. El 24 y 25 de mayo de 1945 los habitantes capitalinos sufrieron el mayor ataque hasta ese entonces por más de 500 bombarderos B29. Casi 100.000 personas perdieron la vida y 3,5 millones sus hogares. La mitad de Tokio fue arrasada por el fuego y las demás ciudades también fueron destruidas, tuvieran o no industria bélica.

Un último intento

Los líderes militares nipones no vieron otra salida que hacer un llamado a un último combate por la patria, que luchara hasta el último de los 100 millones de japoneses. Así se pretendían asfixiar también las crecientes ansias de paz en la población. Durante los intervalos de los bombardeos estadounidenses, los hombres más jóvenes y los mayores, así como las mujeres, se entrenaban para matar con lanzas de bambú. Todo aquello que podía usarse como un arma debería ser empleado para pelear contra los invasores.

Entretanto aumentaba la situación de emergencia entre la población. Pero la precariedad también fomentó la inventiva. En marzo de 1945, por ejemplo, un oficial de investigación logró extraer combustible de raíces de pino. En mayo del mismo año se inventaron tanques de petróleo construidos de bambú y papel. En julio, la marina diseñó un avión-cohete no tripulado, aunque cayó al mar apenas después de despegar. Asimismo se fabricó el submarino más grande del mundo. El primero de los cinco construidos, equipado con tres aviones bombarderos, detuvo su viaje a los EE.UU. cuando Japón presentó su capitulación incondicional.

Japón se rinde

Después de que los Aliados arrojaran las bombas atómicas sobre las ciudades de Hiroshima (6 de agosto) y Nagasaki (9 de agosto de 1945), Japón capitula incondicionalmente. Las bombas nucleares eliminaron el espíritu combativo nipón y limitaron las pérdidas estadounidenses.

Pero los sobrevivientes, que aún hoy padecen las consecuencias de la radiación nuclear, se siguen preguntando por qué tantas personas inocentes tuvieron que morir. Sus hijos y nietos temen heredar daños genéticos del ataque nuclear. A 60 años de finalizada la guerra, estas personas fomentan la paz en el mundo y la eliminación de las armas nucleares. Su aspiración es un mundo donde no haya más guerras.