¿Lucha de clases en Alemania?
21 de agosto de 2011Publicidad
Todos los veranos, desde 1988, tiene lugar en Hamburgo una pintoresca fiesta de calle en la avenida Schulterblatt y sus veredas adyacentes, atrayendo a miles de personas al vecindario de Sternschanze con su bazar, sus ofertas gastronómicas, artesanales y musicales. Lo que distingue a este evento, conocido como Schanzenfest, de los festejos de otros sectores de la ciudad, es el barniz político que le dan sus organizadores: miembros de la escena autónoma de izquierda hamburguesa, simpatizantes del anarquismo como movimiento social y residentes amenazados con verse expulsados de su barrio por el encarecimiento de los alquileres.
Desde 2003, la fiesta transcurre sin sobresaltos durante el día, pero termina con tumultos en cuanto cae la noche. Y la Schanzenfest de este 20 de agosto no ha sido la excepción. El ya tradicional enfrentamiento entre la policía local y los revoltosos, en su mayoría jóvenes, comenzó poco antes de la medianoche, luego de que contendores de basuras fueran incendiados y de que la fachada de una entidad bancaria fuera agredida con piedras y botellas. Enmascarados encendieron fuego frente al banco e intentaron abrir el portón hasta que intervinieron los agentes del orden. Cinco policías resultaron heridos y treinta y un personas fueron arrestadas.
Aunque estos disturbios causaron menos estragos que los de 2010, ni los 2.100 agentes –reforzados por efectivos de seguridad de otros Estados federados– ni los tanques con cañones de agua utilizados pudieron evitar que por lo menos cuatro vehículos policiales sufrieran serios daños y un coche de lujo ardiera en llamas. El hecho de que el número de heridos se redujera a menos de la mitad este año tampoco disipó la preocupación que este incidente siembra entre los alemanes. Y es que, en esta oportunidad, el alboroto en Hamburgo viene precedido por la sistemática y prolongada quema de automóviles en Berlín.
Temiendo por la paz social
En su artículo Brecha social en Berlín: el muro invisible, publicado en el semanario Der Spiegel, Tijs van den Boomen comenta que aún se desconocen los motivos detrás de los 300 coches quemados en Berlín y los 200 que han ardido en Hamburgo. Pese a que puede tratarse de pirómanos sin agenda política alguna, imitadores sin nada mejor que hacer y hasta de personas intentando timar a sus aseguradoras, las autoridades consideran a los autónomos de la escena izquierdista como los primeros sospechosos, observa el periodista, preguntándose si habrá algo de cierto en que los coches en llamas son el signo de una nueva lucha de clases.
Políticos tan opuestos como Wolfgang Bosbach, de la Unión Demócrata Cristiana (CDU), y Dieter Wiefelspütz, del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), coincidieron al describir los ataques pirotécnicos de Berlín como incipientes formas de terrorismo, aunque sólo Bosbach se atrevió a mencionar los primeros atentados del desaparecido grupo terrorista Fracción del Ejército Rojo (RAF) como antecedente. Mientras tanto, la vicepresidenta de la policía berlinesa, Margarete Koppers, aseguraba que “la escena clásica de la extrema izquierda ni está detrás de los hechos ni los aprueba”. Pero, entonces, ¿a quién o a qué se puede atribuir esta violencia?
¿Menos barrios ricos, más barrios mixtos?
Considerando que este fenómeno tiene lugar también en algunos sectores de Hamburgo, ¿cabe pensar que la quema de coches forma parte de una estrategia para evitar el aburguesamiento de ciertos barrios? Van den Boomen no llega tan lejos, pero, juzgando por los ejemplos de integración social armoniosa que ha visto en la capital de Alemania, concluye que es la convivencia de grupos con rasgos socioeconómicos diferentes en los vecindarios y no la separación de los barrios ricos y pobres lo que puede contribuir a un desarrollo positivo de la ciudad. Sin embargo, advierte que, debido a su histórica prosperidad económica, el lado occidental de Berlín tiene mayor probabilidad de practicar “experimentos urbanos” exitosos que el lado oriental.
Autor: Evan Romero-Castillo
Editora: Claudia Herrera Pahl
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