España: Aliados perdonan al general
25 de enero de 2005
Una señal que dio a los Aliados, que habían ganado la II Guerra Mundial, de que España era una nación que había dejado de ser germanófila. Esta decisión nunca fue hecha pública, como tampoco lo habían sido las condenas ni las ejecuciones. En algún caso en que pudiera referirse a un reo de especial importancia, se publicaba una nota en los periódicos con el título de “Sentencia cumplida”.
Franco, que había dicho que su mano nunca temblaría al firmar una sentencia de muerte, solía anotar junto a su firma la forma de ejecución: garrote o fusilamiento, según la condición del condenado; y añadía “prensa” en los casos en que debía publicarse.
La señal de que los Aliados no solo perdonaban al General, sino que le acogían en su seno demócrata, fue advertida unos meses antes por Churchill y confirmada con todos los honores con la visita de Eisenhower a Madrid en el glacial 21 de diciembre de 1959 en el que llegó al Palacio del Pardo después de haber aterrizado en la base de Torrejón de Ardoz: España, privada del Plan Marshall por su filiación, sin entrada en las Naciones Unidas, con los embajadores retirados, había dejado instalar en su territorio las bases militares de Estados Unidos, y se había reafirmado como un enemigo de la Unión Soviética; la península era como un portaaviones americano en el Mediterráneo.
De general a general, pero con palabras para el mundo, Franco dijo a Eisenhower: "Nuestros dos países están alineados en el mismo frente de la paz y de la libertad".
Además, afirmó que Estados Unidos es responsable de "la paz que disfrutamos y de que el Occidente de Europa haya permanecido libre sin caer bajo el yugo comunista". No podía decirse que Franco no tuviera continuidad: el 10 de agosto de 1941 había enviado a Alemania la División Azul para que participase en la invasión e Rusia.
Se germanizó suficientemente, se integró en la 250 División de la Wehrmacht, en el Grupo de Ejércitos Norte de Von Leeb y se le asignó un terreno a la orilla del río Volchov, Leningrado.
Los españoles llevaban el uniforme alemán con una bandera española en el brazo. En las bases americanas no habían tenido más que cambiarse el uniforme. No era el nazi Franco el que había cambiado de frente, sino los Estados Unidos.
En Francia, firmado con el seudónimo en español “Juan Hermanos”, con largo y expresivo prólogo de Jean Paul Sartre, se publicó el libro “La fin de l’espoir”: había muerto la esperanza española de que las democracias la incorporaran a su verdadero concierto.
El demócrata español, el rebelde al fascismo, había mantenido la lucha en la clandestinidad, había recibido al maquis español que llegaba de Francia después de haber combatido en la división Lecrerc para la conquista de París. Había terminado la esperanza.
Pero no la resistencia: continuó la lucha clandestina, no desarmó tras la muerte de Franco y luchó y murió –las penas de muerte volvieron a cumplirse: algunas, en vísperas de la muerte de Franco– hasta que la muerte natural se llevó al ultimo tirano del fascismo en Europa.
Muchos creen aún que esta democracia es insuficiente; como ministros han figurado en ella hasta el año pasado –gobierno de Aznar—hijos y descendientes de los ministros y generales de Franco; al frente de la autonomía de Galicia está aún Manuel Fraga Iribarne, uno de los más notables ministros del fascismo español.