Cambio de guardia en el Banco Mundial
30 de mayo de 2005James Wolfenson entregará el 1 de junio la batuta del Banco Mundial a Paul Wolfowitz, hasta ahora viceministro de Defensa estadounidense. Nacido en Australia y nacionalizado estadounidense, Wolfensohn es considerado un hombre que se preocupa por la suerte de los pobres de este mundo. Fuera de discusión están sus méritos en cuanto a haber incrementado el prestigio de la institución que dirigió por 10 años. En África su popularidad supera a la de más de algún jefe de Estado, y también los expertos en materia de ayuda al desarrollo le otorgan buenas calificaciones.
Los méritos de Wolfensohn
La ministra alemana de cooperación económica, Heidemarie Wieczoreck Zeul, opina que "James Wolfensohn abrió el Banco Mundial, lo orientó hacia el combate contra la pobreza, y es una persona que aboga por la paz, la tolerancia y la cooperación a nivel internacional." En este sentido, considera que se trata de uno de los pocos líderes globales que goza de la confianza de gente de todos los continentes.
Ciertamente, Wolfensohn buscó equilibrar los intereses entre el Tercer Mundo y los países industrializados, entre los partidarios y los detractores de la globalización. Mantuvo el diálogo tanto con los gobernantes como con las organizaciones no gubernamentales. Su balance personal de estos 10 años también es positivo: "al partir, tengo la sensación de que el Banco Mundial se ha convertido en una institución congruente, cuyos funcionarios saben que no sólo el dinero importa, sino también la capacidad y los conocimientos específicos de los colaboradores, cuyo verdadera labor hoy se aprecia mucho más..."
Los desafíos de Wolfowitz
Paul Wolfowitz, en cambio, viene precedido de la fama de ser un defensor de los intereses estadounidenses. Consciente de su imagen de halcón del gobierno de George W. Bush y cerebro de la guerra contra Irak, ha intentado ganar adeptos en innumerables conversaciones con los gobernadores del Banco Central, con los europeos y con organizaciones no gubernamentales. "Creo que cuando se trata de combatir la pobreza, todos concordamos en el objetivo", apunta, asegurando que sabe escuchar.
Wolfowitz es considerado un hombre extraordinariamente inteligente. Pero su experiencia en materia de ayuda al desarrollo se restringe, a lo sumo, a la que haya podido recabar como embajador de Estados Unidos en Indonesia. Bajo su conducción el Banco Mundial tendrá que adoptar en los próximos años decisiones importantes. ¿Habrá de dejar de limitarse a otorgar créditos? ¿Cómo conseguir nuevas fuentes de financiamiento en tiempos de estrechez presupuestaria en los países industrializados? ¿En qué medida el buen gobierno ha de ser considerado un criterio para que un país obtenga ayuda del Banco Mundial? Son cuestiones en las que no existe aún consenso entre los miembros. Wolfowitz tendrá pues que demostrar también su capacidad para dialogar y aunar criterios.