¡Brasil, pentacampeón!
30 de junio de 2002Alemania jugó su mejor partido de este Mundial. Pero no fue suficiente ante un Brasil plenamente rehabilitado de las penurias de la ronda de clasificación. Los brasileños lograron romper por fin esa especie de "nudo psicológico", que les había impedido marcar goles en el tiempo reglamentario de una final durante 32 años. Este domingo fueron dos. Y los dos llevaron la marca de Ronaldo, la gran estrella de la Copa del Mundo 2002.
Si esta final fue un enfrentamiento entre el juego eficiente y el apasionado, se impuso el corazón. "Quizá sean, después de todo, buenos presagios para el fútbol", dijo un comentarista de la televisión alemana, superando el natural desencanto por la derrota de su equipo. Y esa fue la tónica que se impuso en Alemania: perder ante Brasil no es una vergüenza, repitieron todos los entendidos, destacando el enorme logro que significa el título de vicecampeón. Máxime cuando un mes atrás los más optimistas apenas se atrevían a soñar con llegar a los cuartos de final.
Samba en Alemania
No hubo eurofia, pero tampoco amargura en las calles alemanas. Y como se había preparado una fiesta, la consigna fue disfrutar. Muchos optaron por contagiarse del ritmo de la samba y alegrarse con los hinchas brasileños. Tampoco se escatimaron las alabanzas al merecido triunfo de Brasil, ni a la buena actuación del equipo dirigido por Rudi Völler que, sin duda, regresa a casa entre aplausos.
Oliver Kahn, a estas alturas todo un ídolo de la juventud germana, fue la figura más desafortunada de esta final. Justamente un error del arquero, que parecía invencible, permitió uno de los goles de Ronaldo. Sin embargo, la prensa deportiva alemana lo menciona sin reproches y con gran respeto por el excepcional desempeño del capitán del equipo germano en este campeonato.
Los otros galardones
Su calidad también mereció el reconocimiento internacional. Horas antes de la final, el portero alemán fue honrado por la Fifa con el título de "mejor arquero del Mundial". Kahn se convirtió así en el tercero en recibir la distinción, tras el belga Michel Preudhomme, en 1994, y el francés Fabien Barthez, en 1998.
También la selección belga obtuvo un galardón, por haber sido la que jugó más limpio en el campeonato. El segundo lugar lo obtuvo Suecia y el tercero Japón. Para otorgar esta distinción se toman en cuenta las tarjetas amarillas y rojas cosechadas por cada equipo, al igual que su comportamiento dentro y fuera de la cancha.
Un premio que merecería más atención en la opinión pública, porque apunta un aspecto medular del deporte: el fair-play. Y si de fair-play se trata, los comentaristas alemanes no se han quedado atrás, aplaudiendo el justo triunfo de Brasil.