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Berlín no rechazará sanciones

24 de octubre de 2002

Sobre Alemania pende el inicio de un trámite de sanciones, por no respetar los límites de endeudamiento fiscal fijados por la Unión Europea. Sin embargo, se espera que no llegue a tener que pagar millonarias multas.

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Hans Eichel y Pedro Solbes conversan amistosamente en Berlín.Imagen: AP

La reunión del comisario europeo de asuntos financieros, Pedro Solbes, con el ministro de Hacienda alemán, Hans Eichel, confirmó lo que ya se había ventilado desde hace días en los medios de comunicación: Alemania excederá el tope máximo de déficit fiscal, del 3%, establecido en el Pacto de Estabilidad de la UE. Expertos calculan que el nuevo endeudamiento rebasará dicho límite en un 0,2 o un 0,5%, y así se lo expuso el jefe de las finanzas germanas, abiertamente, a su huésped en Berlín.

Serenidad en Berlín

Sin embargo, lejos de caer en el pánico, el gobierno alemán parece tomarse las cosas con bastante tranquilidad. A diferencia de lo ocurrido a comienzos de año, cuando el canciller Gerhard Schröder y su ministro de Hacienda lanzaron todo su peso al ruedo para evitar recibir una amonestación de Bruselas, Eichel se mostró dispuesto a asumir humildemente las consecuencias. Afirmó que, de confirmarse las previsiones, aceptará sin resistirse los procedimientos que se deriven.

La serenidad alemana parece derivarse de la convicción de que sus problemas presupuestarios serán sólo transitorios y la sangre no llegará al río. Porque, como hizo notar Solbes, sólo si persiste prolongadamente el déficit excesivo se hará efectivo el cobro de las cuantiosas multas previstas para el caso.

La confianza de Bruselas

Eichel asegura que se tomarán todas las medidas para garantizar que "en el año entrante volvamos a quedar por debajo del 3%" y reiteró que se mantiene la meta de lograr un presupuesto equilibrado para el 2006. Tranquilizador resulta, en este contexto, que el comisario europeo manifestara expresamente su confianza en el logro de tales objetivos y desistiera de hacer reproches a la administración germana.

Más aún, la explicación de Solbes de que es necesario atenerse a las reglas del juego y de que la puesta en marcha del mecanismo de sanciones debe ser comprendida también como un "acto simbólico", sonó casi a disculpa. En el fondo, la impresión que dejó este encuentro es que entre el gobierno alemán y Bruselas impera la comprensión, y no la confrontación. Ambas partes coinciden en que se debe interpretar el pacto en forma flexible, atendiendo a los imperativos de la coyuntura económica, para no sofocar cualquier amago de reactivación. Pero también es cierto que no se pueden romper impunemente los compromisos, a menos que se acepte reducir el acuerdo de estabilidad a letra muerta, poniendo en juego el futuro del euro. Y Alemania así lo entiende.