La muralista chilena Rommy González combina pintura, performance y diseño de superficies para invitar a mirar lo esencial y lo cotidiano que suele pasar desapercibido.
Con un fuerte vínculo con la naturaleza, su obra acerca al público un arte accesible y vivo en el espacio urbano. Habla de la exigencia física del muralismo, especialmente para las mujeres, y recuerda proyectos de gran escala como la cancha de tenis que pintó en Berlín para Roger Federer.
Explica técnicas con sprays, caps y rodillos, y destaca cómo los murales dialogan con otras intervenciones, incluso cuando son modificados por grafitis, lo que considera parte de su vitalidad y resistencia.
Señala la importancia de la enseñanza del muralismo en talleres y escuelas, así como su dimensión social y comunitaria.
Desde Berlín reflexiona sobre la dificultad de conseguir ateliers en una ciudad marcada por la gentrificación y valora haber encontrado un espacio propio para seguir desarrollando su obra.