Alemania: los triunfadores del 2005
30 de diciembre de 2005
Nada hacía presagiar a comienzos de año los grandes cambios que el 2005 traería para Alemania. Pero las sorpresas que se llevó la ciudadanía no se limitaron al ámbito interno. De hecho, la noticia que conmocionó al país en el primer semestre se produjo en el Vaticano: por primera vez en siglos, un alemán fue elegido para ocupar el trono de San Pedro.
"¡Somos Papa!"
El titular con que saludó la buena nueva el periódico popular BILD se impregnó con una fuerza inusitada: "¡Somos Papa!" El cardenal Ratzinger, a menudo presentado como una especie de anacrónico inquisidor, pareció transfigurarse de golpe, al convertirse en Benedicto XVI. Y el coro de críticas que solía alzarse contra el conservadurismo del prelado bávaro bajó de tono como por arte de una sordina mágica. Fue como si el humo blanco que salió de la chimenea en la plaza de San Pedro esa tarde hubiera nublado también la memoria colectiva. O quizá simplemente no resulte de bueno tono arremeter contra un Sumo Pontífice recién entronizado, máxime cuando es un compatriota, aunque siga teniendo por supuesto detractores.
Los católicos alemanes, siempre tan reacios a aceptar dócilmente los dictados de Roma, optaron en su mayoría por sumarse al regocijo oficial. Y éste tuvo su máxima expresión en agosto, con la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud, en Colonia y alrededores. El Papa, aplaudido por cientos de miles de jóvenes como una estrella pop, acaparó cuanta cámara había disponible y terminó por convertirse en una figura casi tan mediática como su antecesor, el fallecido Juan Pablo II. ¿Habrá dejado tanta euforia papal alguna huella en la sociedad alemana? Ante semejante pregunta, los germanos recuperan su tradicional postura escéptica.
La primera canciller
Una buena dosis de escepticismo marcó también la llegada al poder de la primera jefa de gobierno en la historia de la República Federal de Alemania. La estrella de Angela Merkel, jefa de la Unión Cristianodemócrata (CDU) brilló con su máximo esplendor cuando se anunció la celebración de elecciones anticipadas, tras una serie de derrotas electorales regionales de la socialdemocracia del ex canciller Gerhard Schröder (SPD). Pero comenzó a opacarse tras varios errores cometidos en la campaña electoral, al punto de que apenas logró superar a su contrincante en los comicios federales. Tan estrecho resultó el margen que resultó necesaria una coalición de cristianodemócratas y socialdemócratas -tradicionalmente rivales- para llevar finalmente a Angela Merkel a la cancillería, tras arduos tira y aflojas.
Más trascendente que el debut femenino en la cúspide alemana del poder fueron, eso sí, las transformaciones del mapa político germano. El surgimiento de una nueva fuerza de izquierda, escindida del Partido Socialdemócrata, no sólo le costó el cargo a Schröder, sino que abrió las puertas del parlamento federal a los herederos del partido gobernante en la extinta República Democrática Alemana. De lograr cimentarse su alianza, el SPD tendrá que batírselas en lo sucesivo con un complejo desafío. Encararlo no será fácil desde su actual posición, en coalición con la conservadora CDU. Pero hacer presagios se vuelve cada vez más difícil, como lo demostró este 2005, lleno de sorpresas.